Non son moi dada a recomendar libros nin falar deles
anque si a regalalos, o cal non é o mesmo que facer
bookcrossing. Tódalas letras que escribimos teñen un significado que so nos sabemos e que todos poden interpretar, máis aínda no caso da poesía.
Hai anos regalei
O principiño a unha persoa moi querida por min (daquela, agora e sempre), que me correspondeu cun libriño que hoxe vou citar:
Cartas a un joven poeta. Son as cartas que
Rainer Maria Rilke lle escribiu a Franz Xaver Kapuss e que este publicou 20 anos despois da morte de
Rilke.

Hoxe,
por ser o día que é, deixo aquí un anaco, algo longo, desas cartas:
"(...)Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes ha preguntado a otros. Los envía usted a revistas. Los compara con otros poemas, y se intranquiliza cuando ciertas redacciones rechazan sus intentos. Ahora bien (puesto que usted me ha permitido aconsejarle), le ruego que abandone todo eso. Mire usted hacia fuera, y eso, sobre todo, no debería hacerlo ahora. Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Hay sólo un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se le privara de escribir. Esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿
debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta rofunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo
debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de es impulso. Entonces, aproxímese a la naturaleza. Enconces, intente, como el primer hombre, decir lo que ve y lo que experimenta y ama y pierde. No escriba poesías de amor; apártese ante todo de esas formas qaue son demasiado corrientes y habituales: son las más difíciles, porque hace falta una gran fuerza madura para dar algo propio donde se establecen en la multitud tradiciones buenas y, en parte, brillantes. Por eso, sálvese de los temas generales y vuélvase a los que le ofrece su propia vida cotidiaa: describa sus melancolías y deseos, los pensamientos fugaces y la fe en alguna bellea; descríbalo todo con sinceridad interior, tranquila, humilde, y use, para expresarlo, las cosas de su ambiente, las imágenes de sus sueños y los objetos de su recuerdo. Si su vida cotidiana le parece pobre, no se queje de ella; quéjese de usted mismo, dígase que no es bastante poeta como para conjurar sus riquezas: pues para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre e indiferente.

Y aunque estuviera usted en una cárcel cuyas paredes no dejaran llegar a sus sentidos ninguno de los rumores del mundo, ¿no seguiría teniendo siempre su infancia, esa riqueza preciosa, regia, el tesoro de los recuerdos? Vuelva ahí su atención. Intente hacer emerger las sumergidas ensaciones de ese ancho pasado; su personalidad se consolidará, su soledad se ensanchará y se hará una estancia en penumbra, en que se oye pasar de largo, a lo lejos, el estrépito de los demás. Y si de ese giro hacia dentro, de esa sumersión en el mundo propio, brotan versos, no se le ocurrirá a usted preguntar a nadie si son
buenos versos. Tampoco hará intentos de interesar a las revistas por esos trabajos, pues verá en ellos su amada propiedad natural, un trozo y una voz de su vida. Una obra de arte es buena cuando brota de la necesidad. En esa índole de su origen está su juicio: no hay otro. Por eso, mi distinguido amigo, no sabría darle más consejo que éste: entrar en sí mismo y examinar las profundidades de que brota su vida: en ese manantial encontrará usted la respuesta a la pregunta de si
debe crear. Tómela como suene, sin interpretaciones. Quizá se haga evidente que usted está llamado a ser artista. Entonces, acepte sobre sí ese destino, y sopórtelo, con su carga y su grandeza, sin preguntar por la recompensa que pudiera venir de fuera. Pues el creador debe ser un mundo para sí mismo, y encontrarlo todo en sí y en la naturaleza a que se ha adherido.

Pero quizá, después de ese descenso en sí y en su soledad, deba renunciar a llegar a ser poeta (basta, como he dicho, sentir, que se podría vivir sin escribir para no deber hacerlo en absoluto). Sin embargo, tampoco entonces habrá sido en vano este viraje que le pido. En cualquier caso, a partir de ahí, su vida encontrará caminos propios, y le deseo que sean buenos, ricos y amplios, mucho más de lo que puedo decir.(...)"
Deixa que todo che aconteza: a beleza e o espanto. Rainer Maria Rilke